Jorge Semprun nasceu em Madrid a 10 de Dezembro de 1923. Filho de embaixador, desloca-se com a família para Paris, a seguir à Guerra Civil Espanhola, cidade onde vem a estudar Filosofia, na Sorbonne. Em 1942, ingressa no Partido Comunista Espanhol. Um ano depois, em plena II Guerra Mundial, é denunciado e entregue às SS. Tinha 20 anos. Torturado durante vários dias, é deportado para o campo de Buchenwald, na Alemanha - um campo destinado a opositores políticos do nazismo, onde os detidos eram distinguidos no uniforme pelas iniciais do seu país de origem.
Semprum conta que as latrinas eram ponto de encontro privilegiado de conspiração política, mas também o único local onde a poesia entrava. Ali, os detidos encontravam-se para dizer versos que sabiam de cor - uma forma de sair por minutos de um universo de morte e horror. Semprum passou dois anos em Buchenwald, calvário que só terminaria com a chegada dos Aliados, a 12 de Abril de 1945.
Até 1952 trabalhou como jornalista para a Unesco. Prosseguiu a sua militância comunista e viveu vários anos na clandestinidade, com o nome de Féderico Sanchez, e foi expulso do partido em 1965. Na Espanha democrática, foi Ministro da Cultura de Filipe Gonzaléz entre 1988 e 1991.
O campo de concentração e a clandestinidade são os eixos principais da sua obra, que conta com títulos em francês e espanhol e colaborações para o cinema. Embora alguns dos seus livros tenham sido editados em Portugal, actualmente não estão disponíveis no mercado.
Uma vida dedicada à escrita, com longos períodos de silêncio. Desde que foi libertado do campo de concentração, Semprum esteve 16 anos sem publicar. El Largo Viage, estreia sobre o tema, é editado em 1961. Muitos se seguiram.
Aquele que foi considerado o escritor da memória morreu em Paris no dia 7 de Junho de 2011. A ele é atribuída a frase: "Estoy seguro que mi muerte me recordará de algo..."
LA ESCRITURA O LA VIDA
Necessitaría varias vidas para poder contar toda esa muerte. Contar esa muerte hasta el final, tarea infinita.
(p. 48)
O "mal radical"
En Buchenwald, los S.S, los kapos, los soplones, los torturadores sádicos, formaban parte de la especie humana al mesmo título que los mejores, los más puros de nosotros, de entre las víctimas... La frontera del Mal no es la de lo inhumano, es algo totalmente distinto. De ahí la necessidad de una ética que transcienda ese fondo originário donde arraiga tanto la liberdad del Bien como del Mal... Una ética, por lo tanto, que se libere para siempre de las teodiceas y de las teologias, puesto que Dios, por definicion, y no será porque los tomistas no lo hayan proclamado hasta la saciedad, es inocente del Mal. Una ética de la Ley y de su transcendencia, de las condiciones de su dominación, por lo tanto de la violencia que le resulta precisamente necessaria...
(p.180/181)
A libertação
He tenido una idea, de golpe- se se puede lllamar idea a esta bocanada de calor, tónica , a este aflujo de sangre,a este orgullo de un conocimiento del cuerpo, pertinente - la sensación, en cualquier caso repentina, muy forte, no de haberme livrado de la muerte, sino de haverla atravessado. De haber sido, mejor dito, atravessado por ella. De haberla vivido, en cierto modo. De haber regressado de la muerte como quien regresa de un viaje que le ha transformado: tranfigurado, tal vez.
He compreendido de repente que tenían razon esos militares para asustarse, para evitar mi mirada. Pues no habia realmente sobrevivido a la muerte, no la habia evitado. No me habia librado de ella. La habia recorrido, más bien, de una punta a outra. Habia recorrido sus caminos, me habia perdido en ellos y me havia vuelto a encontrar, comarca inmensa dondo chorrea la ausencia. Yo era un aparecido, en suma.
Siempre assutan los aparecidos.
(...)
Resultaba estimulante imaginar que el hecho de envejecer, de ahora en delante, a partir de ese día fabuloso de abril, no iba a acercarme a la muerte, sino por el contrario, a alejarme de ella.
(pág 27)
Y sin duda yo mesmo sabía, desde el fondo más arcaico de un conocimiento visceral, que iba a revivir, a retomar o curso de una vida posible. Incluso lo estava deseando, ansiando violentamente ese porvenir: las músicas, los soles, los libros, las noches en vela, las mujeres, la soledad. Sabía que era necesario y justo revivir, que nada iba a imperdirmelo. Pero este conocimiento ávido, esta sabedoria del cuerpo, no me ocultava la certidumbre fundamental de mi experiencia. De mis vinculos con la memoria de la muerte, para siempre jamás.
(p.136/137)
Querer morrer
Solo a partir de la vida, del conocimiento de la vida, cabe tener deseo de morir. Todavia sigue siendo un reflejo de vida ese deseo mortífero.
(p.55)
Durante uns segundos - un tiempo infinito, la eternidad del recuerdo - había vuelto a la realidad del campo, a una noche de alarma aérea. Oía la voz alemanda dando la orden de apagar el crematorio, pero no experimentava ninguna angustia. Al contrario, me invadia primero una especie de serenidad, una especie de paz: como se recuperara una identidad, una transparencia para conmigo mismo en un lugar habitable. Como si - y sé que esta afirmación pueda parecer indecente, exagerada al menos, pero es veridica - como si la noche sobre Ettersberg, las llamas del crematorio, el sueño agitado de los compañeros en los camastros, el débil estertor de los moribundos, fueron una especie de patria, el lugar designado de una plenitud, de una coherencia vital, pese a la voz autoritaria que repetía con tono irritado: Krematorium, ausmachen! Krematorium, auschmachen!
(pág. 169/170)
Sólo la muerte voluntaria, deliberada, podria distrairme de mi dolor, librarme de él.
(p.172)
Pero tal vez la muerte voluntaria no séa más que una especie de vertigo, nada más. No sabria decir con precisión qué me había sucedido. Más adelante, al cabo de unos pocos minutos deliciosos de vacío, opté por la hipótesis del desvanecimiento. No hay cosa más tonta que un suicidio fracasado. Un desvanecimiento no resulta particularmente glorioso, es verdade, pero es mucho menos molesto a la hora de asumirlo.
(p.227)
A escrita ou a vida
Habra supervivientes, por supuesto. Yo, por exemplo. Aqui estoy como superviviente de turno, oportunamente aparecido antee sos tres oficiales de una missión aliada para contarles lo del humo del crematorio, el olor a carne quemada sobre el Ettersberg, las listas interminables bajo la nieve, los trabajos mortíferos, el agotamiento de la vida, la esperaza inagotable, el salvajismo del animal humano, la grandeza del hombre, la desnudez fraterna y devastada de la mirada de los compañeros.
Pero se puede contar? Podrá contarse alguna vez?
(p.25)
El horror no era el Mal, no era su esencia, por lo menos. No era más que el envoltorio,el aderezo, la pompa. La aparencia, en definitiva. Cabria pasarse horas testimonando acerca del horror cotidiano sin llegar a rozar lo esencial de la experiencia del campo.
(p.103)
Habia sobrevalorado mis fuerzas. Había pensado que iba a volver a la vida, olvidar en el vivir cotidiano los años de Buchenwald, dejar de tenerlos en cuenta en mis conversaciones, mis amistades, y levar a buen fin, pese a todo, el proyeto de escritura que tanto me interessaba. Habia sido suficientemente orgulloso como para pensar que iba a poder manejar esta esquizofrenia concertada. Pero resultava que escribir, en cierto modo, consistia en negarse a vivir.
En Ascona, pues, bajo un sol de invierno, decidi optar por el silencio rumoroso de la vida en contra del linguaje asesino de la escritura. Escogí el olvido, dispuse, sin demasiada complacencia para con mi propria identidad, fundamentada esencialmente en el horror - y sin duda, el valor - de la experiencia del campo, todas las estratagemas de la amnesia voluntaria, cruelmente sistemática.
(p. 244)
Jorge Semprum, La Escritura o La Vida, Tusquets Editores, 2010 (1ª edição: 1995)
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